FUENTE:
Libro.- “Deseo Esencial”; Autor.- Javier
Melloni
Atendiendo
más profundamente a este flujo y reflujo del aire en nuestro organismo, se
descubre que se pueden difractar en cuatro tiempos: Inhalación, Retención,
Exhalación y mantenerse en el Vacío.
El
primer tiempo responde a la necesidad que tenemos de tomar aire para recibir el
oxígeno que necesitamos aproximadamente cada cuatro segundos. Ello nos dispone
para acoger y nos ejercita en la actitud de recibir.
Aprendemos
que no se trata ni de arrebatar el don que se nos da ni de rechazarlo. En el
modo de inspirar se desvela nuestra apertura a las diversas cosas, personas y
situaciones que se nos presentan. Indica nuestro modo de situarnos con
disponibilidad ante la realidad. Es también un retorno a uno mismo, el camino
de vuelta a casa. Observando cómo el aire entra en nosotros, se van abriendo estancias
que, de otro modo, permanecen ocultas a nuestra consciencia.
Retener
la inhalación corresponde al tiempo de colmarse y gozar de esa plenitud. Se
trata de aprender a gustar y sentir interiormente el aire tomado, dándole
tiempo a que se distribuya por todo el cuerpo, sintiendo los pulmones llenos.
Supone la capacidad de interiorización y de saber permanecer en ese estado de
recogimiento en contacto con el propio mundo de adentro.
La
exhalación se corresponde con el momento de dar y de abandonarse. En las prácticas
de meditación se enseña a prolongar el tiempo de la expiración; en una
respiración correcta debería durar el doble de tiempo que la inspiración. Es el
adiestramiento de la entrega, de la donación de sí. Si no nos desprendemos de
lo que hemos recibido, nos intoxicamos. Se trata de tomar consciencia de que
hay un tiempo para tomar y otro para soltar, un tiempo para prender y otro para
dejar ir, entregándose uno mismo en este exhalar.
El
cuarto tiempo apenas es perceptible en la respiración ordinaria. Cuando la exhalación
es profunda, el soltar y el abandonarse se prolongan hasta el final, hasta el extremo,
de modo que se llegue a permanecer unos instantes o varios segundos -según sea
la práctica- en el vacío.
Esta
vacuidad permite experimentar que el Ser Humano puede sostenerse en la nada sosegadamente,
sin inquietarse, a la vez que nos hace conscientes de nuestra necesidad de
recibir, lo cual es escuela para la humildad del ego.
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