martes, 18 de septiembre de 2018

LA SOMBRA



LA SOMBRA

Dedicamos gran parte de nuestra vida a definir quiénes somos en relación con el mundo y con las demás personas. Durante la infancia consideramos que lo más importante es sentirnos seguros, amados y protegidos por nuestros padres, familiares y amigos. Al llegar a la adolescencia, vemos el mundo como algo desconocido y misterioso, que nos produce un sentimiento contradictorio de miedo y de curiosidad. Intentamos separarnos de nuestros padres, asumiendo ciertos riesgos, y en el proceso de descubrir quiénes somos vamos creando nuevas relaciones sociales y formas diferentes de ver el mundo. Puede que nos equivoquemos en más de una ocasión, o en muchas, incluso que atravesemos situaciones peligrosas y/o dolorosas, pero, poco a poco, vamos ganando confianza en nosotros mismos, nos sentimos seguros de quiénes somos y tenemos claro hacia dónde nos dirigimos.

Cuando, por fin, tras mucho empeño y con grandes dosis de esfuerzo, hemos logrado todo aquello que habíamos deseado, embelesados por el éxito -profesional, familiar, social, etc.-, las cosas se empiezan a torcer, y tenemos la impresión de que todo conspira para que, justo aquellas metas que nos habíamos propuesto y que considerábamos de la mayor importancia para nuestra vida, se nos escapen sin remedio.

Es entonces cuando el lado oscuro de nuestra personalidad hace acto de presencia. La Sombra está constituida, por tanto, por todo aquello que hemos rechazado, reprimido o suprimido para adaptarnos a las expectativas de las personas que han tenido un papel determinante en nuestro desarrollo. Los contenidos rechazados por nuestra consciencia suelen ser aquellos que no están bien vistos por la sociedad en la que vivimos: pensamientos, sentimientos, ideas, aptitudes, percepciones, emociones u ocurrencias que pueden ser mal acogidas en nuestro entorno inmediato (Monbourquette, 1999).

La Sombra nos enfrenta a un auténtico conflicto. Nos confronta a un adversario que, las más de las veces, se nos aparece como entidad externa. Quizás adopte la forma de un padre oponente, un hermano desquiciado, un agente tributario, un cliente, un contrincante, un profesor autoritario, un compañero de trabajo, o, tal vez, se nos presente como una situación inesperada, cual un rapto inconcebible, una pérdida de trabajo, una ruptura de pareja o un hecho "imposible". Sea como fuere, ese otro que nos confronta a las mayores de las penalidades es nuestro hermano gemelo. Toda tentativa de controlar y expulsar nuestra sombra está abocada al fracaso, pues hará que ésta se muestre de mil y una forma distintas, cada vez más renovada y con un exultante y revitalizado vigor. Los intentos por mantener la sombra o lado oscuro en las tinieblas del psiquismo terminan por escindir nuestra personalidad en dos.

El principal error que se comete, cuando uno entra en contacto con su sombra, es el pretender su inexistencia, y tratar de escapar a la tensión que genera su admisión.

Sostener la tensión de opuestos y mantenerse firme en ella, cual Sansón bajo los pilares del templo, es un acto difícil de soportar. Dado que la solución a esta oposición no puede alcanzarse por una vía racional, sino, más bien, a través de una entidad superior, que engloba a ambos opuestos y realiza una síntesis a-racional, no es de extrañar que, en los momentos de máxima tensión, lo inconsciente genere una imagen circular, que en oriente se denomina mandala. Tanto en sueños, cuanto en expresiones artísticas o en manifestaciones de toda índole, aparece esta figura. O la unión de opuestos en la forma de una hierogamia divina o boda mística. Esto significa que, tras la confrontación con nuestra sombra, la personalidad se amplía y adquirimos una nueva identidad que no coincide ni con la persona que una vez creímos ser, ni con los aspectos y contenidos de la sombra. La nueva identidad se compondrá de una fusión de nuestro previo autoconcepto y de aquellas cualidades de la sombra que antes permanecían ocultas, desconocidas e irrealizadas pero que nos hacen falta para el desarrollo pleno de nuestra personalidad.

La sombra es la inevitable oposición que conlleva, implícita, toda génesis de un centro de luz al que denominamos yo. El desarrollo de una conciencia del yo o autoconsciencia, desde la originaria identificación objeto-sujeto, que tiene lugar durante los primeros años de existencia del infante, hasta la conciencia de un yo separado, autónomo e independiente del resto de objetos (personas, situaciones,

circunstancias, etc.), sucede a través de las delimitaciones, así como de las limitaciones impuestas por el entorno.

Si la persona en la que nos hemos

convertido se desvía demasiado de nuestro ser esencial o nuclear, del Sí-mismo o personalidad total, aparece entonces una figura compensatoria en lo inconsciente, a la que Jung (1999) denominó sombra. Toda vida no vivida, nuestras pautas de conducta reprimidas, negadas, juzgadas impropias y sojuzgadas se congregan en torno a un núcleo arquetípico. Todo lo que consideremos como que no nos pertenece se acumula alrededor de ese centro.

Esta figura aparece en sueños durante los procesos de análisis, normalmente como ente del mismo sexo que el soñador. Sin embargo, las tempranas figuras de la sombra están poco definidas y con frecuencia adoptan formas no humanas. Pues cuanto más alejado de la conciencia esté el complejo o núcleo afectivo y los contenidos que giran en torno suyo, tanto más inusual, grotesco, poderoso, endemoniado, posesivo y numinoso es su símbolo.



Libro.- “Cómo integrar tu Sombra”

Autor.- José Antonio Delgado González

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