Libro.-
“Mindfulness para la Felicidad”
Autor.-
Ruth A. Baer
Los
impulsos (también conocidos como tendencias de acción) son deseos de
comportarse de determinadas maneras. A veces actuamos movidos por tales
impulsos, y eso es la conducta inducida por las emociones; en otras ocasiones,
nos reprimimos. La mayoría de las emociones acarrean impulsos de hacer cosas
concretas. Si estás deprimido, quizá tengas el impulso de quedarte en la cama
todo el día; si estás furioso, quizá tengas deseos de gritar, decir palabrotas,
arrojar cosas o dar portazos; si la ansiedad te come, probablemente
experimentes el impulso de huir de la situación. Por ejemplo, si tienes miedo a
las multitudes, pero un amigo te convence de que vayáis al cine, quizá sientas
el impulso de marcharte cuando veas que el cine está casi lleno. Las emociones
positivas también conllevan impulsos, como el de dar palmadas cuando eres feliz
o abrazar a alguien que quieras.
1 –
Las emociones nos facilitan información importante
El
miedo es una señal de que algo en el entorno puede representar una amenaza. La
tristeza nos alerta de una pérdida importante o un contratiempo personal. La
furia es un mensaje de que hemos sido perjudicados. Y la culpa sugiere que
hemos perjudicado a otra persona.
2 - Las
emociones nos motivan y preparan para realizar acciones constructivas.
Si
un coche se dirige a toda velocidad hacia ti mientras cruzas la calle, el miedo
te proporciona la energía para que te apartes de su camino de un salto. Si
tienes que presentar una importante ponencia de forma inminente, la ansiedad puede
provocar que te metas a fondo en el tema en cuestión, practiques la exposición
y preveas las probables preguntas de la audiencia. Cuando padeces una pérdida
importante, la tristeza reduce tus niveles de energía y te induce a que te
retires de las actividades normales. Esto es útil durante cierto período porque
te concede tiempo para que aceptes la pérdida y te adaptes a tus nuevas
circunstancias.
La
furia te da energía para realizar cambios en situaciones injustas, y
te
puede motivar para que defiendas tus derechos o los de los demás. La culpa te
impele a que te disculpes y resarzas a quien hayas podido perjudicar.
El
amor te motiva para que cuides a los demás, y la pasión te proporciona la
energía para realizar hazañas creativas. En general, las emociones nos pueden
proteger de sufrir daños, nos llenan de energía para conseguir metas
importantes y nos ayudan a mantener nuestras relaciones, si las tratamos de
forma provechosa.
3 –
Las Emociones informan a los demás.
Las
expresiones faciales, la conducta, el tono de voz y el lenguaje corporal comunican
a los demás cómo nos sentimos, lo cual les posibilita ayudar, si está en sus
manos. La tristeza permite que los demás sepan que necesitamos apoyo; la furia
les dice que nos sentimos maltratados, y el miedo, que necesitamos protección.
Dadas
todas estas dificultades, es comprensible que algunas de nuestras conductas
inducidas por las emociones sean improductivas o hasta dañinas. Caemos en la
trampa de diversas maneras:
•
Nos vemos atrapados en nuestra herencia genética de sentir emociones que
evolucionaron para situaciones anteriores a los tiempos actuales. Para
comportarse de acuerdo con las normas sociales contemporáneas, a veces tenemos
que suprimir o anular nuestras emociones. Esto es difícil y provoca tensión.
•
También acabamos atrapados en los efectos inmediatos de la conducta inducida
por las emociones, que suelen parecer satisfactorios en el momento, pero que a
la larga originan problemas.
•
Nos quedamos atrapados en una característica exclusivamente humana: la
capacidad para sentir emociones sobre nuestras propias emociones. A éstas se
las denomina “emociones secundarias”.
La Emoción
Secundaria se produce como «reacción» a otra emoción.
Cuando
pensamos en las emociones secundarias, es importante tener
presentes
varias cuestiones:
• La
emociones secundarias son frecuentes. Podemos enfurecernos por sentir ansiedad,
avergonzarnos por entristecernos, angustiarnos por deprimirnos, y así un montón
de combinaciones más.
También
podemos sentirnos culpables por ser felices, avergonzarnos por lo mucho que
queremos a alguien o preocuparnos por la terminación de nuestra satisfacción.
•
Las emociones secundarias se aprenden por experiencia. Si un niño es
permanentemente abochornado por expresar su rabia, tal vez aprenda que la rabia
es mala o inconveniente. Sentirse avergonzado siempre que aparezca la furia se
convierte entonces en una pauta para toda la vida.
•
Las emociones secundarias son provocadas por los juicios negativos sobre las
emociones primarias. Si te dices que estás reaccionando de forma desmedida, que
tu emoción primaria es inconveniente, mala, tonta, loca, débil, estúpida o
inmadura, acabarás molesto contigo mismo por tener la emoción primaria. Esto es
algo lamentable, porque las emociones primarias son reacciones naturales a los
acontecimientos o situaciones, y criticarnos por tenerlas no hace más que
empeorar las cosas, pues de esta manera las emociones se hacen más fuertes,
duraderas y complicadas.
•
Una vez que las emociones secundarias han complicado la situación, hay muchas
más probabilidades de que se dé una insana conducta inducida por las emociones.
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